lunes, 28 de septiembre de 2015

Los relatos eroticos y el porno

Ayer.

Domingo por la tarde y nadie en casa.

Pepe salió con los niños a ver el partido y no iban a volver hasta las diez de la noche…

Cuatro horas libres y de total calma y soledad para mí.

Estaba decidida a disfrutarlas hasta el último segundo.

Después del “regalito” que me hice, me preparé un baño de espuma con aroma de lavanda, cerré los ojos y me trasladé a un universo perfecto, sin niños gritando, sin Pepe preguntando qué hay de cenar, sin interminables tareas domésticas pendientes… Y recordé los detalles de aquella historia erótica, que me había dejado exhausta después de varios orgasmos auto provocados.

Cada día disfruto más, porque me he dado cuenta de que cada día puedo ser más multiorgásmica, aunque eso Pepe no lo sabe.

Está demasiado ocupado con su trabajo, para pensar en orgasmos.

Pero no me importa: me he dado cuenta de que no lo necesito para disfrutar.

El regalito del que os hablaba un poco más arriba fue un buen rato de lectora de mis relatos eróticos favoritos.

Si hace un par meses me hubieran preguntado si a mí me gustaba la literatura erótico, hubiera dicho sin vacilar que no.

Había leído varios libros eróticos y descubierto varias web de relatos sensuales, pero no me acababan de gustar.

El lenguaje me parecía aburrido y las historias caían una y otra vez en los mismos aburridos tópicos.

Era como tener sexo con Pepe, pero por escrito.

Llevo 29 años casada con Pepe, y como os podéis imaginar, tener sexo con él es un aburrimiento.

Sin embargo, un día, mi amiga Meli me recomendó que leyera esa web de relatos eróticos que ella había descubierto meses antes y que se había convertido para ella en un vicio más fuerte que cualquier droga dura.

No podía dejarlo. Pero el caso es que Meli se veía mucho más guapa y más feliz en los últimos tiempos, así que pensé que por qué no: tampoco me costaba nada echar un vistazo.

Ahora yo también me he vuelto adicta y estoy enganchada, pero me gusta tanto que no pienso quitarme.

Me hace muy feliz y no hago daño a nadie.

Estos relatos son realmente buenos. Están cargados de imaginación, sensualidad y erotismo. Algunos son muy pornográficos, pero no por ello dejan de estar bien escritos ni dejan de ser tremendamente excitantes.

Al final, acabé ayer teniendo dos orgasmos más en la bañera inundada de espuma aromática, después de mi sesión de multiorgasmia frente a la pantalla del ordenador.

Cuando salí del baño estaba bastante relajada, así que mi importó un pimiento cuando Pepe y los niños llegaron dando gritos, celebrando la victoria de su equipo y poniendo la casa perdida con los helados que se habían comprado en la heladería de la esquina.

Me acosté y los dejé ahí con sus celebraciones.

Y soñé con los angelitos eróticos, claro.

También soñe que hace tiempo tuve un novio artista que decía que él era pornógrafo.

Yo, siempre que me lo decía (cosa que hacía con frecuencia, porque gustaba de jactarse de ello), le preguntaba:

“¿Y eso qué es, cari? ¿Un instrumento musical?”

Y él, con paciencia y devoción, me explicaba por enésima vez que no, que no era un instrumento musical, sino una persona a la que le gustaba el porno.

Y yo, una y otra vez, le discutía que el término no era correcto, y que debía decirse pornófilo, ya que “filo” es el sufijo que en español denota amor o afinidad por algo.

En cambio, el sufijo “grafo” está relacionado con la escritura o con aparatos que registran cosas.

Así que él no podía ser un pornógrafo, porque ni escribía porno, ni tenía aparatos que registraran la presencia de pornografía.

Tampoco él tocaba instrumento musical alguno, así que era imposible.

El caso es que este ex novio mío nunca dio su brazo a torcer, y siempre quiso ser un pornógrafo.

Al no alcanzar acuerdo alguno, decidí abandonarlo a su suerte.

La gente suele discutir mucho qué es el porno.

Y no saben dónde está la línea entre pornografía y erotismo.

Dicen que el erotismo es más sutil, y la pornografía es más de ir al grano.

Hay quienes adoran la pornografía y quienes la encuentran mortalmente aburrida.

A mí personalmente, no me gusta, aunque mi amigo Toni no se lo cree, porque siempre que me quedo sin memoria en el móvil o en el PC, me dice que haga el favor de borrar el porno.

“¿Pero qué porno, ni qué porno?” –le replico yo.

Y él insiste en que tengo gigas y gigas de porno gráfico que en realidad no tengo.

Es cierto que a veces veo porno, pero no es para mí: es para una amiga, vamos.

Yo lo veo y luego se lo cuento,  porque ella tiene una conexión a internet con límite de 1 GB y no le da ni para descargarse fotos, así que la pobrecilla no puede ver porno, con lo que le gusta.

Por eso le hago el favor.

La verdad es que personalmente, prefiero el erotismo, la sensualidad, las cosas más sutiles.

Lo que no tengo es ninguna amiga a la que le guste eso, así que esa clase de vídeos los veo sólo para mí y no se los cuento a nadie, pero tampoco los guardo en el disco duro.

Los veo rápido y al rato hasta me olvido.

Lo hago sólo cuando estoy muy aburrida y no dan pelis buenas en la televisión.

Ahora he descubierto una página de porno que me gusta mucho y estoy todo el día mirando sus vídeos, porque mi amiga la del porno ha roto con su novio y dice que está más necesitada.

Así que me trago todos los vídeos y después me tomo un café con ella y se los cuento.

Pero insisto: el porno no es para mí, sino para ella.

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